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December 21, 2021
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Una vez dijo esto, Zaratrusta miró a la gente en silencio. "Ahí están riéndose de mí" —se dijo—; no me entienden. Mi boca no está echa para esos oídos. ¿Será que antes hay que romperles los oídos ... View More5
Una vez dijo esto, Zaratrusta miró a la gente en silencio. "Ahí están riéndose de mí" —se dijo—; no me entienden. Mi boca no está echa para esos oídos. ¿Será que antes hay que romperles los oídos para que aprendan a oír con los ojos? ¿Habrá que hacer tanto ruido como un timbal o como un predicador de esos que exhortan a hacer penitencia? ¿Será que sólo se fían de los que se ponen a balbucear? Se sienten orgullosos de algo que tienen. ¿Cómo llamarlo? ¡Ah, sí, cultura! Eso es lo que les distingue de los gañanes. De ahí que nos les guste la palabra "desprecio", refiriéndose a ellos. Apelaré entonces a su orgullo. Les hablaré, pues, de lo más despreciable: del último hombre.
Y Zaratrusta se dirigió a la multitud:
"Ha llegado la hora de que el hombre se trace su propia meta. Ha llegado la hora de que el hombre siembre la semilla de su esperanza más alta. Su tierra es todavía lo bastante rica para ello. Pero un día esa tierra será pobre y floja, y ya no podrá brotar de ella ningún árbol elevado. ¡Ay, llegará un día en que el hombre ya no lanzará más allá de sí mismo la flecha de su anhelo; un día en que ya no sabrá vibrar la cuerda de su arco! En verdad os digo que hay que seguir teniendo un caos dentro de sí para ser capaz de parir una estrella rutilante. Y en verdad os digo que vosotros tenéis todavía un caos en vuestro interior. Pero ¡ay!, llegará un día en que el hombre ya no podrá parir estrellas. Llegará, ¡ay!, el día del hombre más despreciable: el hombre que ya no es capaz de despreciarse a sí mismo.
Yo os muestro al último hombre. "¿Qué es amor? —se pregunta parpadeando el último hombre—. ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?". En ese momento la tierra se ha empequeñecido, y en ella se mueve a saltos el último hombre que todo lo empequeñece. Su especie es tan indestructible como la del pulgón; el último hombre es el que vive más tiempo. "Hemos encontrado la felicidad", dicen guiñándose el ojo los últimos hombres. Han salido de las zonas donde la vida era más dura, pues necesitan calor. Siguen amando al prójimo y se frotan entre sí, pues necesitan calor. Consideran que es un pecado enfermar y desconfiar. Andan con mucho cuidado. Sólo un idiota puede seguir tropezando con las piedras y con la gente. Un poco de veneno de cuando en cuando les produce sueños agradables, y una buena dosis de veneno al final para que la muerte no sea un trance amargo. Siguen trabajando aún por puro entretenimiento. Pero procuran que no sea un entretenemiento demasiado cansado. No son ya ni pobres ni ricos, porque las dos cosas son fastidiosas. ¿Quién va a querer ya gobernar? ¿Y quien obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas. Hay un solo rebaño sin ningún pastor. Todos quieren lo mismo, todos son idénticos: quien disiente del sentir general se recluye voluntariamente en un manicomio. Los más perspicaces señalan, guiñandose el ojo: " Antes estaban todos locos". Hoy la gente es inteligente y está al tanto de lo que ha sucedido; por eso no para de burlarse. Sigue habiendo discusiones, pero pronto se llega a la reconciliación; lo contrario hace daño al estómago. La gente tiene su pequeño placer para el dia y su pequeño placer para la noche; pero rinde culto a la salud. "Hemos encontrado la felicidad", dicen los últimos hombres giñándose el ojo.
Al llegar aquí, Zaratrusta dio por finalizado su discurso primero o preliminar, pues le interrumpió el vocerío y el jolgorio de la multitud. "Danos ese último hombre, Zaratrusta —gritaban—; ¡conviértenos en ese último hombre! ¡El superhombre te lo puedes quedar tú!" Y toda la gente se reía y hacían ruidos de rechazo con la boca. Zaratrusta se dijo entristecido para sus adentros: "No me entienden. Mi boca no está echa para esos oídos. Me parece que he vivido demasiado tiempo en las montañas y que he escuchado demasiado a los ríos y a los árboles; ésa es la razón de que ahora les hable como si fueran gañanes. Mi alma está serena y reluciente, como las montañas por la mañana. Pero ellos se creen que soy frío y que me gusta gastar bromas terribles. Ahora me miran y se ríen, y mientras tanto me están odiando. ¡Qué risa más fría la suya!"
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November 4, 2021
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Miró Zaratrusta a la gente y se quedó sorprendido. Luego continuó hablando así:
"El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo. Es peligroso cru... View More4
Miró Zaratrusta a la gente y se quedó sorprendido. Luego continuó hablando así:
"El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo. Es peligroso cruzar al otro lado, es peligroso quedarse a medio camino, es peligroso mirar atrás, es peligroso echarse a temblar y es peligroso detenerse. La grandeza del hombre radica en que es un puente y no una meta; lo que hay de digno de ser amado es que es un tránsito y un ocaso. Yo amo a quienes no saben vivir como no sea hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que cruzan al otro lado. Yo amo a los que desprecian mucho, pues ellos son los que veneran mucho; ellos son flechas del deseo lanzadas a la otra orilla. Yo amo a quienes quieren vivir para conocer, y quiere conocer para que alguna vez aparezca el superhombre; y de este modo, quiere su propio ocaso. Yo amo al que trabaja y crea para levantarle la casa al superhombre; al que prepara para él la tierra, el animal y la planta; pues, de este modo, quiere su propio ocaso. Yo amo a quien ama su virtud, pues la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del anhelo. Yo amo a quien no se queda ni con una sola gota de espíritu sino quiere ser enteramente el espíritu de su virtud; y, así, cruza el puente bajo la forma de espíritu. Yo amo a quien convierte su virtud en su inclinación y en su destino fatal; y, así, quiere seguir y no seguir viviendo por amor a su virtud. Yo amo a quien no pretende tener muchas virtudes, pues una sola virtud es más virtud que dos, ya que es un nudo más fuerte al que queda sujeto el destino fatal. Yo amo a aquel cuya alma se da por entero y no pretende que se lo agradezcan ni que le devuelvan nada; pues entrega siempre y no quiere conservarse a sí mismo. Yo amo a quien, cuando le favorece la suerte a los dados, se pregunta avergonzado: "¿Estaré haciendo trampas?": pues ése quiere perecer. Yo amo a quien, antes de obrar, lanza palabras de oro y cumple más de lo que promete; pues ése quiere su ocaso. Yo amo quien justifica a las generaciones futuras y redime a las pasadas; pues ése quiere perecer por la generación presente. Yo amo a quien castiga a su dios porque lo ama; pues la ira de su dios acabará haciéndole perecer. Yo amo a quien tiene un alma profunda hasta cuando le hieren, y que puede perecer ante cualquier exigencia insignificante; pues ése cruza el puente de buen grado. Yo amo a quien tiene un alma tan colmada que se olvida de sí, y lo tiene todo dentro de él; pues a ése todo lo hunde. Yo amo a quien tiene un espíritu y un corazón libres; pues su mente no es sino la entraña de su corazón, y su corazón como pesadas gotas que van cayendo una a una del nubarrón suspendido sobre los hombres, pues ésos anuncian el rayo y perecen por anunciarlo. Yo anuncio el rayo y soy como una pesada gota que cae del nubarrón. "¡Y ese rayo se llama el superhombre!"
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October 29, 2021
Tenía Zaratrusta treinta años cuando dejó su patria y el lago de su patria y se marchó a las montañas. Gozó allí de su espíritu y de su soledad, y durante diez años no se cansó de hacerlo. Finalmente,... View MoreTenía Zaratrusta treinta años cuando dejó su patria y el lago de su patria y se marchó a las montañas. Gozó allí de su espíritu y de su soledad, y durante diez años no se cansó de hacerlo. Finalmente, su corazón se transformó, y un día se levantó al amanecer, se encaró con el sol y le dijo: "¡Oh, gran astro!" ¿Crees que serías feliz si no tuvieras a alguien a quien iluminar? Hace diez años que subes a mi cueva; si no fuera por mí, por mi aguila y por mi serpiente ya te habrías cansado de tu luz y de tu camino. Pero nosotros te esperábamos todas las mañanas, te aligerábamos de lo que a ti te sobra y te bendecíamos por ello. Quiero que sepas que estoy harto de mi sabiduría, como la abeja que ha almacenado demasiada miel, y que necesito manos que me pidan. Quisiera dar y repartir hasta que los sabios que haya entre los hombres vuelvan a alegrarse de su locura, y los pobres, de su riqueza. Para eso he de descender a las profundidades, como haces tú al oscurecer, cuando te hundes por detrás del mar, para llevar tu luz incluso a lo que está más abajo del mundo, ¡astro desbordante de riqueza! Al igual que tú, he de hundirme en mi ocaso, como dirían los hombres a quienes quiero descender. ¡Bendíceme, pues, ojo impasible, capaz de contemplar sin envidia incluso una felicidad excesiva! ¡Bendice esta copa ansiosa de desbordarse y de derramar su dorada agua para que lleve por doquier el resplandor de tus delicias! ¡Mira esta copa que anhela volver a vaciarse; mira a Zaratrusta, que quiere volver a ser hombre!
Así empezó el ocaso de Zaratrusta.
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December 21, 2021
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November 1, 2021
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Cuando Zaratrusta llegó a la primera ciudad que se alzaba al borde del bosque, encontró en la plaza a un gran genio que se había reunido para presenciar la actuación de un volatinero. Y Zaratrusta s... View More3
Cuando Zaratrusta llegó a la primera ciudad que se alzaba al borde del bosque, encontró en la plaza a un gran genio que se había reunido para presenciar la actuación de un volatinero. Y Zaratrusta se dirigió a la gente diciendo: "Yo os muestro al superhombre. El hombre es algo que hay que superar. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Hasta ahora todos los seres han creado algo que estaba por encima de ellos mismos. ¿Es que vosotros queréis ser el reflujo de esa inmensa marea y regresais al animal en vez de superar al hombre? ¿Qué es el mono para el hombre? Un motivo de risa o una dolorosa vergüenza. Habeis recorrido el camino que va del gusano al hombre, y todavía hay en vosotros mucho de gusanos. En otro tiempo fuisteis monos, y aún hoy el hombre es el más mono de todos los monos. El más sabio de vosotros no es más que un ser dividido, un híbrido de planta y de fantasma. Pero, ¿os estoy exortando a que os convirtáis en fantasmas o en plantas?
¡Yo os muestro al superhombre! El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad diga: "¡Que el superhombre sea el sentido de la tierra!" Yo os exhorto, hermanos, a que permanezcáis fieles a la tierra y a que no creáis a quienes os hablan de esperanzas ultraterrenas. Consciente o inconscientemente, esos tales son unos envenedadores. Desprecian la vida, son moribundos y ellos mismos están envenenados. La propia tierra está cansada de ellos. ¡Que se mueran ya de una vez!
En otros tiempos, ofender a Dios era el mayor de los delitos, pero Dios ha muerto y con él han muerto también esos pecadores. Ahora lo más terrible es pecar contra la tierra y valorar más las entrañas de lo inexcrutable que el sentido de aquélla. En otros tiempos, el alma despreciaba al cuerpo, y se tenía en gran estima ese desprecio. El alma prefería un cuerpo flaco, repugnante, y esquelético. De este modo trataba de evadirse del cuerpo y de la tierra. Pero ese alma era a su vez flaca, repugnante y esquelética, y su mayor placer era obrar con crueldad.
Y ahora hermanos, contestadme: ¿Qué os dice vuestra alma de vuestro cuerpo? ¿Acaso no es vuestra alma miseria, suciedad y un bienestar digno de lástima? Realmente, el hombre es un río sucio. Hace falta ser un mar para poder recoger un río sucio sin ensuciarse a su vez.
Yo os muestro al superhombre: él es ese mar; en él puede desembocar vuestro gran desprecio. ¿Cuál es la vivencia mayor que podéis experimentar? ¡El momento del gran desprecio! El momento en que os sintáis asqueados hasta de vuestra felicidad, así como de vuestra racionalidad y de vuestra virtud. El momento en que digáis: "¿Qué importancia tiene mi facultad de razonar? ¿Tiene un ansia de saber semejante a la que el león tiene de comida? Pero si no es más que miseria, y un bienestar digno de lástima!" El momento en que digáis: "¿Qué importancia tiene mi virtud? ¿Es que ha conseguido enardecerme alguna vez? ¡Qué harto estoy de mi bien y de mi mal! ¡Si todo eso no es más que miseria, suciedad y un bienestar digno de lástima!" El momento en que digáis: "¿Qué importancia tiene mi justicia? No me veo yo como un tizón encendido. ¡Pero si el justo debe ser un tizón encendido!" El momento en que digáis: "¿Qué importancia tiene mi compasión? ¿No es la compasión la cruz en la que clavan al que ama a los hombres? ¡Pero mi compasión no es una crucifixión!"
¿Habéis hablado así alguna vez? ¿Habéis gritado así alguna vez? ¡Ojalá os hubiera oído yo gritar así! No es vuestro pecado, sino vuestra moderación lo que clama al cielo; vuestra mezquindad hasta pecando es lo que clama al cielo. ¿Dónde está el rayo cuya lengua os ha de lamer? ¿Dónde está la locura que habría que inyectaros? Yo os muestro al superhombre: ¡él es ese rayo y esa locura!
Una vez que Zaratrusta hubo hablado así, uno de entre la gente gritó: "¡Ya hemos oído hablar mucho del volatinero! ¡Ahora queremos verlo!" Y todo el mundo se rió de Zaratrusta. El volatinero creyó que esas palabras iban por él y comenzó su actuación.
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October 30, 2021
Zaratrusta bajó solo de las montañas, sin encontrarse con alguien. Pero al llegar al bosque se cruzó de pronto con un anciano que había dejado su santa choza para ir a buscar raices a la arboleda. Y e... View MoreZaratrusta bajó solo de las montañas, sin encontrarse con alguien. Pero al llegar al bosque se cruzó de pronto con un anciano que había dejado su santa choza para ir a buscar raices a la arboleda. Y el anciano le dijo a Zaratrusta: "No me eres desconocido, viajero, porque hace años que pasaste por aquí; pero te has transformado. Entonces llevabas tu ceniza a la montaña: ¿es que ahora te propones llevar tu fuego a los valles? ¿No te asusta el castigo que imponen a los incendiarios? Sí, Zaratrusta, te reconozco. Tus ojos son puros y tu boca no le hace ascos a nada. Andas como si fueras bailando. Te has transformado, Zaratrusta. Te has convertido en un niño. ¿Qué quieres hacer entre quienes duermen, tú que estás tan despierto? En la soledad vivías como si estuvieras en el mar y te sostuviesen las aguas. ¿Por qué quieres descender a la tierra, desdichado? ¿Es que deseas arrastrar tu cuerpo por ti mismo?"
Contestó Zaratrusta: "Es que amo a los hombres". Y continuó el santo: "¿Y por qué te crees que me retiré yo al bosque y a la soledad? ¿No lo hice acaso porque amaba demasiado a los hombres? Pero ahora es a Dios a quien amo, no a los hombres. Creo que el hombre es algo demasiado imperfecto. El amor a los hombres me acabaría matando".
Zaratrusta añadió: "Yo no he hablado de amor. Lo que llevó a los hombres es un regalo". "No les des nada - dijo el santo-. Mejor será que les cojas algo y que les ayudes a llevarlo acuestas a su lado; eso será lo que más bien les hará; ¡con tal de que a ti tambien te lo haga! Pero si te empeñas en darles algo, no les des más que una limosna, y deja que sean ellos quienes te la pidan".
"No -contestó Zaratrusta-: yo no doy limosnas. No soy lo bastante pobre para hacerlo". Al santo le hicieron gracia las palabras de Zaratrusta, y añadió: "Intenta entonces que acepten tus riquezas. La gente desconfía de los eremitas y no cree que les vayamos a regalar nada. Les inquietan nuestros pasos cuando van solos por sus calles. Y cuando de noche están acostados y oyen andar a alguien mucho antes de la salida del sol se preguntan: ¿A donde irá ese ladrón? ¡No te vayas con los hombres; quédate en este bosque! Más te valdrá estar rodeado de animales. ¿No deseas ser como yo, un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?"
"¿Y qué hace en el bosque un santo como tú?", preguntó Zaratrusta. El santo contestó: "Compongo canciones y las canto. Al componerlas, me rio, lloro, hablo entre dientes; de este modo alabo a Dios. Cantando, llorando y hablando entre dientes alabo a quien considero mi Dios. Bueno, ¿y qué regalo nos traes?"
Al oir esto, Zaratrusta se despidió del santo y le dijo: "¿Qué podría yo darte? Déjame que me vaya corriendo, no sea que te quite algo". Y así se separaron el anciano y el hombre maduro, riéndose como si fueran dos niños. Pero cuando Zaratrusta se quedó a solas se dijo: "¿Será posible? ¡Este santo varón aislado en su bosque no se ha enterado tadavía de que Dios ha muerto!"
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